Me hablaban del amor, de ese palpitar en el corazón, de esa sensación de frío intenso recorriendo todo el cuerpo, de un aletear de mariposas revoloteando por el vientre, pero jamás lo había sentido, hasta que te vi.
Te vi y todo mi universo se transformó. Cuando te conocí, supe lo que era el amor de verdad.
A tu lado sé lo que es compartir con alguien con quien puedo soñar, caminar desnuda sin pensar en el qué dirán, despojarme de máscaras y maquillajes inútiles para pretender mostrar algo que no soy.
¿Sabes una cosa? He amado, pero jamás intensa y apasionadamente como ahora. Durante mucho tiempo veía mis ilusiones marcharse derrotadas, cansadas de tanto esperar ese mágico momento para encontrar el amor verdadero, aquel ser con quien compartir ese instante sutil, íntimo, mágico y especial que hoy puedo comparar con el amor del cielo en la tierra.
—Amor, estoy aquí y te siento —te dije cuando me conecté con tu vibración, mientras mi cuerpo presentía un leve temblor y se envolvía en una luz blanca, cálida y brillante.
Sentí tu presencia, extendí la mano y me dejé llevar hacia otro planeta. Cuando llegué allí, advertí la brisa del mar. Soplaba tranquila y potente a la vez, percibí el agua salada y algo tibia por el sol y escuché un susurro que me repetía al oído:
—Amor, aquí estoy. Por fin te encontré.
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